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Octubre 2016

EDITORIAL

Celebración de los 20 años de AQU Catalunya

Josep Joan Moreso - Presidente

En primer lugar, gracias a todos por venir.* Hoy es un día de celebración. Conmemoramos veinte años de la agencia catalana, de AQU Catalunya. Una buena iniciativa de quienes entonces tenían en Cataluña la responsabilidad sobre universidades: el consejero Trias y el comisionado Albaigés, que supieron convencer al presidente Pujol para que el Gobierno de Cataluña creara esta institución, pensada para la mejora del sistema universitario catalán.

Empezaré explicando una anécdota. Hace algunos años, siendo aún rector de la Universitat Pompeu Fabra, me encontraba de viaje en algún lugar de Italia y tenía una conexión en el aeropuerto de Fiumicino, en Roma. Allí, esperando también una conexión hacia Cerdeña, me encontré con el abad de Montserrat, Dom Josep Maria Soler, y su secretario. Conocía al abad porque dos años antes habíamos firmado un convenio para hacer posible que un investigador nuestro, especialista en papirología, catalogara y digitalizara los valiosos papiros de su fondo preciosísimo, inaugurado por el padre Bonaventura Ubach, el impulsor de la traducción catalana moderna de la Biblia. El abad nos invitó a comer en el refectorio de Montserrat, en silencio, escuchando la lectura diáfana del novicio que ahora le hacía de secretario —y que, casualidades de la vida, había sido alumno mío en las aulas de la Facultad de Derecho de la Universitat de Girona—, mientras algunos monjes —entre los que aquel día había el padre Hilari Raguer, que tanto ha hecho por el conocimiento de la historia contemporánea en Cataluña— servían la comida y retiraban los platos. En el aeropuerto también comimos juntos un poco de pasta en algún lugar de Fiumicino. Mientras esperábamos el avión, le pregunté a dónde iban y qué tenían que hacer en Cerdeña. Me dijo que iban a visitar una abadía benedictina en Sicilia y, si no recuerdo mal, a una celebración religiosa en Alguer. Interesado, les pregunté en qué consistía la visita, y me explicó que en la Orden Benedictina tienen establecido un sistema de visitas canónicas para determinar que las abadías realizan la función que les es propia. Las abadías saben con antelación que serán visitadas y efectúan un informe previo en el que valoran su trabajo: los trabajos en el campo, los talleres, la vida conventual, la situación económica, así como el desarrollo de los estudios que realizan algunos monjes. Se entrevistaban con el abad y con todos los monjes. Con esa información, redactaban un conjunto de recomendaciones que enviaban a los responsables del capítulo general de la Orden.

Como pueden imaginar, pensé en la evaluación de las agencias de calidad y en todos los parecidos. No hemos descubierto nada nuevo con esta práctica que creemos moderna, ya que es una práctica que viene de lejos, establecida en el siglo XIII de forma regular en el Concilio de Letrán y fortalecida por el Concilio de Trento. Después recordé que, en la conocida obra de Umberto Eco El nombre de la rosa, la abadía benedictina, que es la protagonista de la novela, recibe la visita apostólica de unos monjes dominicos —la visita de evaluación—, ordenada por el Papa, en medio de asesinatos, herejías y otras desafortunadas peripecias.
 

Y, si quieren una versión más de nuestra tierra del tema, pueden leer lo que un visitador castellano, Fray Tomás Gómez, dejó escrito en el siglo XVII acerca de su visita al monasterio benedictino más importante en aquel entonces del País Valenciano, el Monasterio de la Valldigna, y que no hace mucho editó la Universidad de Valencia. Encontrarán ahí algunas cuestiones que les resultarán familiares, incluida la incomprensión castellana hacia algunas prácticas que se llevaban a cabo de distinto modo en la Corona de Aragón, como cuando ahora algunos evaluadores de fuera de Cataluña no acaban de entender que nuestros profesores agregados son profesores permanentes, por ejemplo.

Recuerdo esto porque esas funciones de las visitas canónicas son las que tiene encomendadas AQU Catalunya:

  • la verificación y acreditación de los títulos camino de una evaluación institucional,
  • la acreditación de las personas candidatas a profesores, y —no debemos olvidar—
  • la generación de conocimiento, como por ejemplo el estudio trienal de la inserción profesional de los graduados.

Ejerciendo las tareas de evaluación desde sus comienzos, cuando no existía ninguna obligación legal, quiero pensar que la Agencia ha contribuido fundamentalmente de tres maneras a la mejora del sistema universitario catalán.

La primera contribución ha sido introducir mecanismos razonables para que cada universidad, de forma autónoma, decida su estrategia para ofrecer un abanico de estudios, atractivo y funcional a la vez, para las necesidades del país. Y también clarificar qué estándares mínimos se requieren para convertirse en miembro del profesorado universitario. Creo que esto se ha efectuado, a pesar de algunas dificultades, con credibilidad y generando un consenso más que razonable.

La segunda contribución, bastante importante, es que ha ayudado a generar el espacio universitario de Cataluña. Un espacio propio, con un perfil propio, cada vez más reconocido internacionalmente. La Agencia siempre ha tenido claro que las protagonistas de ese proceso han sido las doce universidades catalanas, que, lideradas por sus rectores y sus gobiernos, han encontrado el modo de caminar juntas. Y también ha ayudado a ello el Gobierno de la Generalitat, que ha comprendido la importancia, más allá de las legítimas políticas de partido, de la continuidad que le hace falta a la política universitaria y a la Agencia. Desde el comienzo, con el gobierno Pujol, el consejero Trias y los comisionados Albaigés y Mas-Colell, y después el consejero Mas-Colell; con el gobierno Maragall, el consejero Solà, muy brevemente el consejero Balcells, el consejero del Pozo y el secretario Prats; con el gobierno Montilla, el consejero Huguet y los secretarios Palmada y Majó; con el gobierno Mas, otra vez el consejero Mas-Colell y los secretarios Castellà y Jofre; y, hasta hoy, con el gobierno Puigdemont, el consejero Baiget, que cerrará el acto, y el secretario Navarro.

Déjenme destacar la tarea del consejero Mas-Colell, que es quien más tiempo ha tenido esa responsabilidad en estos veinte años. Es quien ha puesto las bases del sistema universitario y de investigación en Cataluña y, además, ha oficializado la Agencia, primero con la Ley de Universidades de Cataluña, aprobada por el Parlamento catalán en 2013, y después con la Ley de la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Cataluña, en 2015. Esto ha permitido que la inteligencia y sensibilidad de mis predecesores en la presidencia —Serra Ramoneda y Prats—, acompañadas del enorme trabajo y la visión de los directores —Serrat, Rauret, Bará, Ferré y el actual, mi amigo Casadesús—, hayan llevado a AQU Catalunya hasta donde está ahora.

Hoy la profesora Gemma Rauret, que fue su directora durante casi una década (ocho años y medio), que supo construir sus fundamentos y, por lo tanto, alma de esta institución, nos impartirá una conferencia titulada "Vint anys amb la qualitat en el punt de mira".

Pero AQU Catalunya no solo es una agencia reconocida internamente, sino también internacionalmente, como lo demuestra el hecho de que hoy nos acompaña la presidenta de la INQAAHE —la asociación mundial de agencias, de la que desde 2013 AQU Catalunya ejerce su secretariado—, la presidenta Karakhanyan, quien nos impartirá la conferencia titulada "Agenda for Quality Assurance in a Change Context: Relevance, Efficiency and Meaningful Impact".

La tercera contribución de AQU Catalunya es la relacionada con la preservación y mejora de la calidad. Cuando, hace ya también veinte años, obtuve mi cátedra en la Universitat de Girona, en la primera inauguración de curso a la que asistí, el rector Nadal, que hacía unos discursos retóricamente impecables, si bien un poco largos, se preguntaba como motto retórica de su discurso: "¿Cuál es el fuego que enciende nuestros corazones?" Y dejaba la pregunta sin respuesta, hasta que acabó diciendo: "El fuego que enciende nuestros corazones son los estudiantes". Porque el sentido que tiene la mejora de la calidad es este: ¡lo hacemos por nuestros estudiantes!

Llegados aquí, nada de todo esto sería posible sin los magníficos vicerrectores y vicerrectoras y personal técnico de Calidad de las universidades catalanas, ni sin los técnicos de la Secretaría de Universidades e Investigación. Muchas gracias a todos por el apoyo durante estos veinte años en los que siempre hemos ido de la mano.

El camino recorrido se ha realizado con la colaboración de los expertos evaluadores de aquí y de fuera, que llevan a cabo un excelente trabajo. A ellos debemos agradecerles su buen criterio y saber hacer. Agradecimiento que tiene que hacerse extensivo a la presidencia de las comisiones de evaluación. Concretamente, a los presidentes de las comisiones de evaluación del profesorado, la CAR y la CLiC, como las conocemos: el profesor Rodés y, ahora, el profesor Torner, y las profesoras Garcia-Milà y Hernanz y el profesor Nogué. En el caso de las titulaciones, a los presidentes de la Comisión de Evaluación de la Calidad, que han sido los directores de la Agencia.

Pero permítanme tener una especial deferencia al grupo de personas entusiastas que forman el equipo humano que es la Agencia, que este año gestionan más de quinientas evaluaciones de diversos títulos y más de dos mil evaluaciones de profesorado, que preparan la realización de las encuestas de inserción laboral y que gestionan numerosos proyectos internacionales. Durante estos últimos años, dirigidos con esta mezcla de inteligencia institucional y socarronería ampurdanesa por el profesor Martí Casadesús, el personal de AQU Catalunya ha hecho que mi trabajo sea plácido y lleno de compensaciones.

Y por eso quiero nombrarlos a todos.

En el marco de la verificación y la acreditación, velando por la calidad de las titulaciones y que las universidades reciban puntualmente nuestras visitas: Josep Manel Torres, Carme Edo, Cati Cazalla, Albert Basart, Esther Adot, Eva Benito, Anna Garcia, Carlota Manzanares, Marta Cañizares, Anna Garriga y Béatrice Joanny.

Tejiendo el conocimiento del sistema universitario catalán con los datos de las encuestas de inserción laboral y de satisfacción de los graduados: Anna Prades y Lorena Bernáldez.

En la esfera internacional, gestionando proyectos y exportando AQU Catalunya al mundo: Josep Grifoll, Esther Huertas, Maria Àngels González y Roger Roca.

Trabajando para hacer sencillo un proceso de evaluación del profesorado: Esteve Arboix, Núria Márquez, Maria Àngels Hernández, Rocío Torres, Gloria Zurita, Griselda Rivilla, Noèlia Grifo y Georgina Carbó.

Para apoyar a UNEIX, uno de los pilares de la información del sistema universitario catalán: Carina Álvarez y Raquel Barandalla.

Para que la informática esté siempre a punto: David Gassiot, Oriol Sala, Maribel Quirós, Albert Sanjuan y Albert Palau.
En Administración, para que los números cuadren: Carme Pérez, Sònia Parellada, Erica Sereno, Òscar Vives y los becarios, Estefania y Adrià.

Para difundir lo que hacemos y cómo lo hacemos, en Comunicación: Concepción Herruzo y Àgata Segura.

En la asesoría jurídica, donde no se les escapa ningún expediente: Jordi Escolar, Sílvia Maldonado y la becaria, Bianca.
Haciendo funcionar toda la maquinaria del sistema de garantía de la calidad y seguridad de la información: Núria Comet y el becario, Hamzà.

Soportando, en los dos sentidos de la palabra, las tareas de la dirección: Maria Giné, Carme Torrente y Montse Blanco.
Hay que añadir, para acabar, la importante tarea de los colaboradores de AQU Catalunya: Joan Bravo, Sebastián Rodríguez, Miquel Vidal, Salvador Gascón y Maria Jesús Guardiola.

Todos ellos son AQU Catalunya, el entramado de la Agencia, su tejido íntimo. Como dice el poeta Miquel Martí i Pol, "Qui, sinó tots, i cadascú per torna...?". Sin ellos no habríamos cumplido veinte años. Y ellos viven el día a día, esforzándose en hacer lo que tienen que hacer en medio de una normativa encorsetadora que, a veces, lo impide.

Hace unos pocos días la Academia Sueca premió con el Nobel de Literatura al cantante Bob Dylan —quiero advertir que, a pesar de la polémica, a mí, que soy un persistente lector de poesía, el premio a Dylan me parece bien—, y Dylan en un verso de una canción preciosa canta: "To live outside the law, you must be honest".

Y esto describe lo que demasiadas veces nos pasa. Y también nos pasa —y esto no lo dice Dylan— algo que todavía es más difícil, quizás, y tiene más mérito, aquello por lo que, con esfuerzo, nos afanamos a todas horas: "To live inside the law, you must be honest".

¡Muchas gracias!

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* Ponencia de bienvenida al acto de celebración del 20.o aniversario de AQU Catalunya

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