Y esto se hizo consensuando dos herramientas muy conocidas: la estructura de los estudios en tres ciclos (grado, máster y doctorado), basados en competencias, y los ECTS (European Credit Transfer System), que facilitan el reconocimiento mutuo y, por tanto, la consecución de los objetivos iniciales.
Sin embargo, pocas veces se recuerda una tercera herramienta de Bolonia, muy relevante: los ESG (European Standards and Guidelines for Quality Assurance), es decir, los sistemas de aseguramiento de la garantía de la calidad, el marco para garantizar el diseño, el desarrollo, la mejora y el reconocimiento correctos de los títulos universitarios.
Los ESG, al contrario que las dos herramientas anteriores, se han convertido, en el caso de la cooperación internacional entre universidades para el desarrollo y el diseño de programas conjuntos internacionales, en una frontera, en ocasiones insalvable, debido a la diversidad de normativas en su desarrollo en cada país.
Con la honrosa excepción de los programas interuniversitarios internacionales de máster bajo el paraguas de Erasmus Mundus, que los dota de cierta simplificación en la tramitación, el resto de iniciativas internacionales de títulos conjuntos eran, hasta hace poco, el paradigma de la duplicidad y la desconfianza mutua, si se me permite decirlo así.
Para abordar esta problemática, en 2012 los ministros y ministras de Educación, reunidos en Bucarest, acordaron el desarrollo de un marco común de aseguramiento de la calidad para los programas conjuntos, el llamado European Approach, que está siendo adoptado progresivamente por las agencias de calidad de toda Europa. En nuestro país, AQU Catalunya lo recoge en la Guide to ex-ante accreditation of joint programmes using the European Approach y en el Protocolo de reconocimiento de acreditaciones ex ante y ex post de 2020.
La experiencia piloto de la Universitat Autònoma de Barcelona en el European Approach ha sido un camino nuevo y desconocido, que hemos recorrido, junto con AQU Catalunya y con NVAO (Nederlands-Vlaamse Accreditatieorganisatie), para la verificación de un máster conjunto con la Universidad de Leiden.
A fin de analizar las ventajas y las posibles mejoras de este nuevo enfoque, dividiré el proceso de verificación que hemos llevado a cabo en dos partes: la generación de la documentación, consistente en la memoria del programa y el convenio, y la evaluación llevada a cabo por las agencias de calidad y un comité de evaluación externa (CEE).
En cuanto a la documentación, el European Approach facilita que la memoria del título sea un único documento elaborado en conjunto y válido para todas las instituciones y agencias participantes. De este modo se evitan las duplicidades que conlleva el hecho de que cada país elabore la documentación según los requisitos nacionales.
Sin embargo, hay que decir que esta memoria es más extensa de lo que la normativa nacional establece, porque debe cumplir los estándares consensuados en el protocolo European Approach, y que, al ser en inglés, obviamente debe traducirse posteriormente para ser enviada al Ministerio junto con la traducción del convenio.
En este punto de la documentación, habría que avanzar al menos en la posibilidad de reconocer el inglés como idioma de la documentación, y que la normativa estatal se ajustara al marco del European Approach en cuanto a los estándares que hay que desarrollar en la memoria.
En cuanto al proceso de evaluación propiamente dicho, es donde, en mi opinión, radica la gran ventaja de la incorporación de un CEE mixto, con representantes de las diferentes agencias evaluadoras, y una visita (virtual en el caso que nos ocupa) del CEE, con audiencias con diferentes agentes implicados en la titulación.
Así pues, se pasa de una relación «epistolar» lineal, mediante informes previos de evaluación del CEE basados en la memoria entregada, sujetos a interpretaciones más o menos acertadas, seguidos de alegaciones posteriores de la universidad coordinadora, también más o menos acertadas, a un verdadero análisis interactivo rico y con posibilidad de aportar matices, aclaraciones y debates sobre cualquier aspecto que el CEE considere, incluyendo la perspectiva de los diferentes agentes y también de miembros de las universidades participantes.
Obviamente, el formato virtual de la visita ha facilitado la participación variada y amplia en las audiencias, pero a costa de reducir su calidez y contacto físico con la realidad de las instituciones. En próximas experiencias, habrá que intentar conseguir el difícil equilibrio entre ambos aspectos.
Así pues, es necesario alentar a las instituciones reguladoras nacionales a seguir el camino iniciado por las agencias de calidad e incorporar este nuevo marco en sus normativas y directrices, con un reconocimiento completo, para que el objetivo con el que se creó, la simplificación y el reconocimiento mutuo de los procesos de calidad en el Espacio Europeo de Educación Superior, se convierta en una realidad.
Citando el Dr. Alexander Fleming, que ahora más que nunca está presente en el pensamiento de todos, «cuanto más complejo es el mundo, más complicado es lograr algo sin la cooperación de los demás».