Una calidad y una mejora que no solo abarcan las numerosas evaluaciones y acreditaciones de titulaciones y profesorado que lleva a cabo cada año, sino también el desarrollo e implantación de la necesaria “acreditación institucional” de centros docentes. Actualmente, estas acreditaciones se están impulsando desde una coyuntura especialmente difícil, por los efectos negativos de la reducción de la presencialidad de las visitas por la COVID-19, así como de la crisis socioeconómica y de limitación de recursos que comporta; pero también por la exigua comprensión y reconocimiento de las instituciones estatales hacia la labor que AQU Catalunya realiza siguiendo los estándares de calidad europeos, con continuas interferencias e, incluso, propuestas de nuevas normativas que, sistemáticamente, invaden las competencias de la agencia catalana y, por extensión, las que Cataluña tiene reconocidas en el Estatuto en materia de educación superior. Los recientes borradores de real decreto de personal docente e investigador universitario, con la definición a escala estatal del esquema de carrera académica contractual que ha desarrollado Cataluña, representan una clara muestra del peligro de que la inicialmente buena voluntad de extender al ámbito estatal los buenos resultados de la experiencia catalana conduzca, paradójicamente, a su extinción, por la vía de uniformizar de forma centralizada figuras, criterios e incluso mecanismos de acceso.
La acreditación institucional representa la natural evolución de un sistema que ya ha interiorizado la cultura de la calidad; pero, sobre todo, es un paso imprescindible para reducir el carácter burocrático de todos los procesos de acreditación de titulaciones y el volumen de trabajo de detalle que amenaza con colapsar la capacidad de AQU Catalunya y de los servicios de garantía de la calidad de las propias universidades. Con el crecimiento y consolidación de un sistema universitario catalán potente y compacto, cada vez con mayor presencia en los rankings globales e internacionalmente reconocido, hay que dar este paso adicional y evolucionar más pronto que tarde desde la actual acreditación automática a partir de un porcentaje de titulaciones acreditadas ─burocrática─ hasta un auténtico sistema de seguimiento, certificación y acreditación de los procesos internos de aseguramiento de la calidad, de modo que la renovación periódica ayude a la autocrítica y mejora de la institución, y no sea una mera constatación de si el porcentaje de titulaciones acreditadas supera un umbral, lo que puede contribuir a esconder tendencias y situaciones locales indeseadas.
La actual dinámica, basada en la acreditación de titulaciones, ya ha llegado hasta donde podía; ha sido esencial para generalizar la cultura de la calidad, pero su estancamiento podría llegar incluso a ser contraproducente. La falta de visión global de la institución en un proceso de acreditación favorece la definición de cuerpos de conocimiento correspondientes a cada titulación de forma independiente, cuando, en realidad, se comparten generalmente a escala de centro, si no a escala de toda la institución. Ahora resulta ya indispensable analizar la organización, los procedimientos y los recursos integrales de un centro conjuntamente con el global de las titulaciones que imparte.
Esta propuesta de acreditación institucional específica, no automática, ahora complementaria e incipiente, pero necesaria, mantendrá a AQU Catalunya abriendo camino y a la vanguardia, como hace más de veinte años, de la calidad universitaria en el sur de Europa. Un camino que, como la trayectoria de la agencia catalana, tiene que seguir aumentando la flexibilidad y la autonomía, y reduciendo la burocracia y los costes para el sistema.
AQU Catalunya ha sido, es y debe ser un faro para la guía y el impulso de la calidad universitaria, tanto de las titulaciones como del profesorado, pero también un faro para la eficacia y eficiencia de las evaluaciones y acreditaciones necesarias que den confianza, al tejido laboral y empresarial y a la sociedad, en que el sistema funciona bien y con calidad internacional. No es de extrañar que en Cataluña, sistemáticamente en los últimos años, entre los profesionales públicos y las instituciones mejor valorados estén el profesorado e investigadores universitarios y la propia universidad.