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Septiembre 2012

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OPINIÓN

El programa AUDIT: la responsabilidad de avanzar en el modelo de calidad

Ariadna Barberà Mata - Técnica de la Unidad de Calidad e Innovación Académico-docente de la Universitat Ramon Llull

Para muchas universidades la puesta en marcha del programa AUDIT en el año 2007 por parte de ANECA, ACSUG y AQU Catalunya se percibió como una oportunidad. Actualmente, es del todo incuestionable la relevancia que ha ido adquiriendo el disponer de mecanismos internos para el aseguramiento de la calidad dentro del proceso de adaptación de las titulaciones al EEES.

En estos momentos, sin embargo, nos encontramos ante el reto de pasar de la declaración de intenciones a la valoración de su utilidad real dentro de las instituciones. Justo es decir que, a pesar de las dificultades surgidas a lo largo de estos años, la experiencia de la Universitat Ramon Llull (URL) ha sido sin duda positiva en muchos aspectos, y no sería atrevido afirmar que ha resultado fundamental en algunos casos para integrar las distintas políticas y estrategias de garantía de la calidad de las enseñanzas que se han ido desarrollando hasta el momento actual.

Hay que remarcar que, durante este período, AQU Catalunya ha mantenido una estrecha colaboración con las unidades técnicas de las universidades, que, en nuestra opinión, ha resultado totalmente imprescindible para asegurar la implantación de los distintos sistemas de garantía de la calidad.

Como técnica de la Unidad de Calidad e Innovación Académico-docente de la URL, he tenido la oportunidad de poder participar, desde sus inicios, en el diseño, desarrollo e implementación de distintos, y muy variados, sistemas de garantía interna de la calidad (SGIC) de acuerdo con las directrices del programa AUDIT. Ha sido una tarea compleja, teniendo en cuenta que en los últimos años el volumen de procesos de evaluación en los que han estado inmersas las universidades no ha permitido reflexionar con templanza sobre el objetivo final de los procesos de calidad.

Como miembros de las unidades de gestión de la calidad, somos conocedores de las resistencias que se han generado, y que todavía se generan, en diferentes sectores y en distintos ámbitos de las organizaciones universitarias. Es cierto que la implantación de un SGIC puede suscitar un incremento de la percepción de control de las tareas y una mayor burocratización. En ese punto precisamente, y según nuestra experiencia a lo largo de estos años, es donde las agencias y las unidades de gestión de la calidad tienen la responsabilidad de poner en marcha estrategias que flexibilicen y agilicen al máximo los distintos procesos.

Así pues, en el caso de nuestra universidad, la propuesta de optar por un modelo de SGIC específico para cada centro o facultad y una organización interna basada en la autogestión del propio sistema de calidad ha sido un factor clave en el desarrollo del programa, y nos ha permitido flexibilizar la implantación de los SGIC, facilitando así su consolidación dentro de la cultura organizacional. Esto, sin embargo, sólo ha sido posible gracias a la excelente tarea que han realizado hasta ahora las unidades de calidad de los centros como responsables directas del diseño, implementación, seguimiento y mejora de su propio SGIC, dando lugar a estructuras bien definidas, funcionales y más ajustadas a las necesidades reales del día a día.

Tomando como referente a diversas instituciones de ámbito internacional, otro elemento que está generando importantes cambios en la cultura institucional es el creciente incremento de la participación de los estudiantes en los procesos de calidad. Sin embargo, con el fin de avanzar en esa dirección, habrá que reforzar la confianza de las instituciones en su propio alumnado y aprovechar al máximo la experiencia que éste nos aporta.

Desde mi punto de vista, y en un momento en el que las universidades estamos preparando el inicio de las primeras acreditaciones, es necesario realizar un esfuerzo adicional para valorizar todos estos elementos ya previstos y consolidar un SGIC que inequívocamente tendrá claras repercusiones en los distintos procesos de evaluación, tanto a escala interna como externa.
Es evidente que, si apostamos por un modelo de calidad de alto nivel, las universidades tienen que ir ganando terreno respecto a las agencias, estableciendo sus propios modelos de gestión y criterios de evaluación y demostrando su firme compromiso en torno a los sistemas de calidad.

En definitiva, el reto que tenemos de ahora en adelante es lograr que el objetivo de diseñar e implementar un sistema de calidad no sea obtener un "sello" de calidad, sino abrir la posibilidad de que las universidades asuman finalmente la responsabilidad que les corresponde, reafirmando así la autonomía universitaria.

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