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Mayo 2014

EDITORIAL

La universidad humanística

Josep Joan Moreso Mateos - Presidente de AQU Catalunya

Hace tiempo que oímos decir que las humanidades están en crisis, que la universidad está dejando perder el legado humanista, que era uno de sus ejes básicos desde la Edad Media. Aprovechando que, recientemente, hemos realizado un estudio comparativo sobre las personas acreditadas por AQU Catalunya como profesores lectores, los jóvenes que se incorporan con la tesis doctoral a la investigación universitaria, inicio unas breves consideraciones sobre el lugar de las humanidades en la actual y futura universidad.

El estudio al que me refería muestra que los jóvenes investigadores de disciplinas humanísticas tienen una valía equivalente a la de los investigadores de ciencias naturales, ciencias sociales, ciencias de la salud o ingeniería y arquitectura. Tienen también sus peculiaridades, habituales en todo el mundo: todavía escriben muchos libros y capítulos de libro (y no sólo artículos en revistas científicas, como es más habitual en ciencias naturales o en ciencias médicas) y todavía publican a menudo con autoría única (también en ciencias sociales, pero ya casi nunca en ciencias naturales o médicas).

Por otro lado, en los últimos quince años, los estudios que en número de estudiantes han ganado espacio porcentual en la universidad son los de ciencias sociales y los de ciencias de la salud; los de ciencias naturales (y matemáticas) y los de ingeniería y arquitectura han perdido algo de peso, pero los de humanidades son los que se han visto reducidos a casi la mitad.

¿Por qué? Hay muchas y variadas razones: el progresivo retroceso de la formación humanística en la educación secundaria, la prisa por no perder el tren de las innovaciones tecnológicas, el aumento –felizmente– del prestigio de la investigación en ciencias naturales, la pérdida –desgraciadamente– del prestigio de las disciplinas humanísticas (filosofía, historia, literatura), etc.

¿Y por qué tendría que importarnos preservar el legado de las humanidades? Pues porque confiere sentido a nuestra experiencia como seres humanos; contribuye a nuestra comprensión del mundo, a nuestra vida intelectual y a nuestra vida emocional; nos ayuda a comprender por qué los humanos hemos sido como hemos sido y hemos hecho lo que hemos hecho, así como a evaluarlo, criticarlo y tratar de cambiar a mejor nuestras pautas de comportamiento, nuestra conducta ética. De ese modo, seremos una sociedad más articulada, nuestra vida cívica y democrática será más consistente, y podremos cultivar las virtudes públicas de forma más consciente y benefactora para todo el mundo.

El legado de las humanidades, por otro lado, es un legado común, un legado del que nadie debe ser excluido. En las mejores universidades del mundo la formación humanística sigue presente en un lugar principal. Por ejemplo, en uno de los sitios donde se forman los mejores ingenieros del mundo, el famoso MIT (Massachusetts Institute of Technology) de Boston, todos los estudiantes tienen que cursar de manera obligatoria algunas materias impartidas por el Departamento de Humanidades (del que forma parte, ya como emérito, el famoso lingüista y pensador Noam Chomsky). Y nosotros, en cambio, nos hemos "especializado" tanto que podemos formar físicos que no sepan nada de Galileo o economistas incapaces de explicar casi nada de Adam Smith, por ejemplo. Si las pensáramos así, las humanidades serían atractivas para todo el mundo.

Desde AQU Catalunya procuraremos liderar un proceso para, en primer lugar, elaborar un adecuado diagnóstico de la actual situación de las humanidades en la enseñanza superior; en segundo lugar, para construir un discurso sólido del lugar de las humanidades en el ámbito del saber, que contenga los retos del presente y del futuro (las humanidades digitales, las humanidades y la comunicación, las humanidades y la difusión de la cultura científica, por ejemplo); y, por último, para producir una serie de propuestas de actuación para que la universidad catalana recupere el espíritu que empieza en Ramon Llull –que no fue profesor universitario– y que llega hasta los grandes humanistas catalanes del siglo pasado: Jordi Rubió, Carles Riba, Jaume Vicens Vives o Miquel Batllori, por citar algunos nombres. Atrevámonos a poder hacerlo. Sapere aude.
 

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