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Mayo 2012

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OPINIÓN

Reflexiones sobre los procesos de verificación, seguimiento y modificación

José Vicente Peña Calvo - Profesor de la Universidad de Oviedo

El pasado mes de marzo se celebraba en Barcelona la Jornada de metaevaluación de los procesos de verificación, seguimiento y modificación, organizada por AQU Catalunya, que reunía a representantes de todas las universidades catalanas con responsabilidades de gestión académica y de calidad, junto con evaluadores procedentes del mundo profesional y académico, receptores de los servicios (alumnado) y técnicos de la agencia catalana. Tuve la oportunidad de acudir y poder enriquecerme con las aportaciones que, desde perspectivas muy distintas, los diversos agentes realizaban en relación con lo que ha venido siendo el proceso de verificación y seguimiento a lo largo del último año y medio. Con el acopio de informaciones recibidas y desde mi particular perspectiva, trataré en lo que sigue de transmitir mis impresiones, valoraciones y dudas con el único fin de promover algún debate en torno a los procesos que en estos momentos están puestos en marcha: verificación, modificación y seguimiento.

Desde que se iniciara el largo proceso de adaptación al marco del EEES de los estudios universitarios en el Estado español, se ha ido consolidando poco a poco una práctica de revisión crítica de nuestros planteamientos y realizaciones que ha permitido normalizar procesos que décadas atrás serían impensables. Sin duda, los procesos de verificación, seguimiento, modificación y, en su momento, acreditación, considerados en su conjunto, parecen un instrumento adecuado para la mejora. No obstante, creo que es necesario ajustar algunos mecanismos y mejorar los procedimientos de comunicación entre los diversos estamentos e instituciones implicados. La Jornada de metaevaluación fue, desde mi punto de vista, una buena experiencia.

Desde la perspectiva que acabo de señalar, cabe afirmar que las memorias de verificación representan un avance en el desarrollo de un compromiso de las universidades con la sociedad, con los destinatarios de su acción docente y con los propios agentes que la implementan. Sin embargo, éstas pueden mejorarse en algunos aspectos, en tres al menos bajo mi punto de vista: simplificación, concreción de elementos y mejora de la comunicación.

La simplificación podría orientarse tanto a la eliminación de aquellos elementos que pueden considerarse generales de cada universidad como a la disminución de la narración de procedimientos también vagos y genéricos. Así, las justificaciones podrían ser más precisas y dirigidas a mostrar el valor añadido de la titulación que se propone; y el potencial docente e investigador podría señalar lo realmente relevante y que sirve de garantía científica y didáctica actualizada. Estas mismas consideraciones podrían realizarse en relación con otros apartados de la memoria.

También podría darse un paso a favor de su concreción, de modo que transmitan claramente un proyecto que está definido y que se sabe a dónde se dirige. En algunas ocasiones, no me atrevo a cuantificar, se tiene la sensación de que cuando llegue el momento de poner en marcha la titulación ya se tomarán aquellas decisiones que las circunstancias aconsejen. Esto se puede percibir, especialmente, en las definiciones del perfil de formación y en la planificación de la titulación. Contenidos, resultados de aprendizaje, etc. se presentan de modo tal que no parece fácil identificar el perfil formativo que se busca. Se trataría de mejorar el proceso de elaboración de las distintas fichas de manera que, pese a los muchos inconvenientes y dificultades que puedan existir, el conjunto del profesorado y, en la medida de lo posible, del alumnado se pusieran en la situación de tener que impartir, unos, y recibir, otros, las enseñanzas que se describen.

Para mejorar en la concreción, se hará preciso mejorar la comunicación entre las unidades de calidad y diseño de las titulaciones y los centros y departamentos, de modo que los distintos flujos comunicativos se distribuyan mejor horizontalmente. Los procesos de seguimiento se dificultan de forma notable si esos procesos de comunicación durante el proceso de elaboración, primero, y de implementación, después, no se han dado de manera que generen un compromiso suficiente y necesario. De no ser así, se corre el riesgo de que el seguimiento quede a cargo de los gestores en sus distintos niveles y que el proceso se perciba como burocrático. Un modelo de seguimiento basado en indicadores cuantitativos puede ser importante, pero no suficiente. Es preciso que verificación y seguimiento sean momentos continuados y retroalimentados con la reflexión de los actores. Atomizar los procesos en las distintas unidades de gestión, que se mueven en distintos planos, ayuda a promover una visión y valoración de los procesos como burocráticos y permite que el compromiso se debilite.

El conjunto de procedimientos están bien definidos y dimensionados, sólo queda ir ajustando y profundizando en su mejora.

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