Durante el periodo en el que asumimos la responsabilidad de gobierno de AQU Catalunya —desde ese momento hasta 2013—, nos propusimos como objetivo fundamental hacer pedagogía de un principio que para nosotros era, y todavía es, muy importante: que la garantía de la calidad y los procesos que la constituyen deben ser asumidos como una responsabilidad intrínseca y primordial por las propias universidades, entendiendo que la Agencia debe ser el organismo que ayuda y orienta a las universidades. Las debe acompañar técnicamente en los procesos que garantizan una mejor formación en nuestros centros de educación superior. El objetivo era que cada institución creara sus propios mecanismos y unidades especializadas con el apoyo y la coordinación de AQU Catalunya.
En este periodo también se intentó que los integrantes del Consejo de Gobierno de la Agencia —rectores, presidentes de consejos sociales, cargos de la Administración y académicos de reconocido prestigio— impulsaran plenamente un programa de actuación y asumieran, aprovechando las posibilidades de AQU Catalunya, el reto de mejorar la calidad de nuestro sistema de educación superior. Eso conllevaba una profundización en las relaciones de la presidencia y la dirección con los miembros del Consejo, lo que dio como resultado un periodo de excelentes colaboraciones y de una absoluta unanimidad en la toma de decisiones en todas y cada una de las sesiones del órgano directivo.
Un proceso importante que se intentó desarrollar, aunque sin un desenlace apropiado, fue la elaboración de una nueva ley que regulara algunos aspectos no adecuados detectados tras varios años de funcionamiento, y que permitiera también una mejora reglamentaria en relación con lo que se estableció en la ley fundacional. Algunas de las cuestiones que había que perfeccionar, según las recomendaciones internacionales, eran los niveles de autonomía relativa respecto al Gobierno de la Generalitat y otras de orden funcional y de relaciones externas. Una propuesta de nueva ley fue aprobada por el Consejo de Gobierno de la Agencia y, posteriormente, por el Consejo Interuniversitario de Cataluña, tras una fecunda discusión. Desgraciadamente, al final no pudo ser debatida en ese momento en el Parlamento de Cataluña, ya que la legislatura estaba en la recta final. Influyó también la falta de iniciativa política del Gobierno de la Generalitat, que dejó este aspecto como un elemento no prioritario en su programa de actuación, y eso retrasó todos los procesos previos a su entrada en la cámara. No fue hasta dos años después, con otro gobierno, cuando se retomó esta iniciativa con una nueva ley de AQU Catalunya, que fue finalmente aprobada en 2015.
Son muchas las actuaciones destacables que se realizaron durante el periodo en el que tuvimos el honor y la responsabilidad de dirigir la Agencia. Se procuró, en primer lugar, hacer un esfuerzo para optimizar la gestión y la organización, intentando que los procesos y la comunicación interna mejoraran y alcanzaran un nivel tan eficiente como fuera posible.
Durante el periodo que va de 2008 a 2013 se produjo un incremento vertiginoso del número de procesos de verificación de nuevos grados y másteres que, esos años y los posteriores, se implantaron en las universidades catalanas. Esta ampliación fue perfectamente asumida por el equipo técnico de AQU Catalunya. Durante todo el periodo se fue incrementando progresivamente el trabajo en esta línea fundamental, que justifica, en gran parte, la existencia de las agencias. Esta gran tarea, sin embargo, se tuvo que llevar a cabo sin ampliar los recursos humanos ni los recursos financieros.
A pesar de este incremento vertiginoso de trabajo, la Agencia cumplió plenamente y con dignidad las verificaciones que se le solicitaban,
al tiempo que llevó a cabo su labor en otro aspecto destacado: el ritmo, también creciente, de trámites de acreditación del profesorado, realizados con un alto grado de eficiencia y eficacia.
Uno de los elementos fundamentales que considerábamos necesarios para la mejora de los sistemas de evaluación era conseguir la máxima transparencia, tanto en los procesos como en los resultados, haciendo públicos los indicios y los datos más relevantes que se obtenían. Un instrumento interesante, en este sentido, fue la creación de la plataforma denominada WINDDAT, que hacía públicos, para quien los quisiera consultar, los principales indicadores de todas las titulaciones de cada una de las universidades.
Durante este periodo también se inició un proceso, que movilizó a más de 300 académicos catalanes, para revisar los criterios y los elementos que deberían servir para evaluar la producción científica en las ciencias sociales. Este trabajo culminó con una amplia asamblea en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona, en el que se presentaron las conclusiones de todo un año de trabajo. Eran propuestas con nuevos criterios de valoración de la investigación en cada una de las ramas principales de las Ciencias Sociales y las Humanidades, criterios que intentaban superar las deficiencias que aún se observan en estos ámbitos si se siguen los procedimientos estandarizados. El trabajo fue presentado a las autoridades políticas de Cataluña y del Gobierno de España sin que tuvieran una influencia determinante en los organismos de acreditación del profesorado.
Durante el periodo del que hablamos se produjo la evaluación periódica que ENQA realiza a todas las agencias homologadas de los países que forman parte del Espacio Europeo de Educación Superior.
En la evaluación ENQA, AQU Catalunya obtuvo una excelente puntuación en casi todos los apartados que constituyen las temáticas evaluadas, y desde ese momento se situó como una de las agencias europeas dedicadas a la evaluación de la calidad de la educación superior mejor valoradas.
Los últimos años de ese periodo la Agencia sufrió una reducción importante de su presupuesto, lo que tuvo consecuencias nada positivas en una de las tareas que tradicionalmente realizaba con éxito. Nos referimos a la tarea de formación externa mediante jornadas, encuentros y actividades orientadas al mundo de los responsables universitarios o bien de los académicos interesados en los temas de calidad. También tuvo consecuencias en la política de producción editorial, con una reducción de investigaciones o estudios que publicábamos con el sello AQU Catalunya y que generaban conocimiento y doctrina sobre la actividad y sobre los procesos de garantía de la calidad de las universidades. Estas publicaciones tenían y tienen una excelente acogida y reconocimiento en el mundo universitario, no solo de Cataluña, sino también del resto de España.
Todo lo que se logró en ese periodo y todo lo que se ha seguido logrando desde entonces se debe al esfuerzo del equipo técnico, integrado por profesionales jóvenes, cualificados y con gran impulso e iniciativa. Este equipo, que en gran parte sigue trabajando en la Agencia, supo suplir con su esfuerzo y con la mejora de los procesos el ingente trabajo que supuso la multiplicación del número de procesos evaluativos y de acreditación. El resultado de todo ello es que a AQU Catalunya se la considera hoy una de las agencias más prestigiosas y solventes del panorama de la educación superior. Y para nosotros fue un gran honor regir la institución en ese periodo y un placer trabajar con el equipo técnico y con los miembros del Consejo de Gobierno.
Mirando hacia el futuro, solo podemos desear que la tarea de la Agencia vaya acompañada de un mejor posicionamiento de las universidades dentro de las prioridades políticas (y presupuestarias) de Cataluña. Si es así, ¡seguro que seguiremos disfrutando por muchos años de un magnífico sistema universitario en nuestra casa con el apoyo de AQU Catalunya!