Hace ya casi una década que la acreditación institucional forma parte del debate sobre los modelos de evaluación de la calidad académica en el sistema universitario catalán. Precisamente, este mismo boletín publicaba, en el número de julio de 2018, un artículo titulado Hacia la acreditación institucional de los centros. En el artículo se anunciaba el cambio de paradigma que permitiría a los centros universitarios superar el proceso de acreditación titulación a titulación, y obtener la acreditación institucional si habían renovado la acreditación de como mínimo la mitad de los títulos oficiales y obtenían la certificación de implementación del SIGC. En ese momento, la Agencia había emitido el primer informe favorable de acreditación institucional para la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés, de la Universidad Ramon Llull (URL). En un artículo en el mismo número del boletín (La acreditación institucional: un paso relevante en la buena dirección), el vicerrector de Política Académica y adjunto al rector de la URL en ese momento, el Dr. Jordi Riera, nos hablaba de la primera gran oportunidad relevante, tras once años de formalización y construcción del Espacio Europeo de Educación Superior, para ir reduciendo el impacto que ha podido tener la excesiva burocratización de la calidad y su tecnocracia guiada, y avanzar hacia la implantación de una auténtica cultura de la calidad de arraigo profundo, efectivo, sostenible y no meramente tecnocrático.
En el número de octubre de 2020, el entonces secretario de Universidades e Investigación, el Dr. Francesc Xavier Grau, apuntaba, en su artículo Hacia la acreditación institucional, que este proceso era la evolución natural de un sistema que ya ha interiorizado la cultura de la calidad, y un paso imprescindible para reducir el carácter burocrático de todos los procesos de acreditación de titulaciones, además del volumen de trabajo de detalle que amenazaba con colapsar la capacidad de AQU Catalunya y de los servicios de garantía de la calidad de las propias universidades.
Para terminar este repaso, el número de octubre del año 2021 del boletín publicaba un artículo titulado La acreditación institucional, en el que se reafirmaba la apuesta clara de AQU Catalunya para impulsar la acreditación institucional en el sistema universitario catalán (SUC), y se presentaban los documentos Estándares y criterios para la acreditación institucional de centros universitarios (2020) y Guía para la acreditación institucional de centros universitarios (2021). El objetivo de dichos documentos era orientar a los centros universitarios sobre los aspectos que AQU Catalunya analizaría para comprobar que se alcanzan los estándares de la futura renovación de la acreditación institucional.
Los centros del SUC han demostrado ser eficientes a la hora de identificar información e indicadores para mejorar las titulaciones, pero es necesario que este análisis supere la mera agregación de datos y se plantee como una mirada holística de la oferta formativa del centro
Han pasado seis años desde ese julio de 2018, y actualmente el SUC tiene 57 centros que ya cuentan con la acreditación institucional inicial. Se trata del 29 % de los centros universitarios catalanes. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que dichos centros imparten el 41 % de las titulaciones. Además, el primero de estos centros (la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés) ya ha superado el primer proceso de renovación de la acreditación.
Tal y como se establece en el Procedimiento para la renovación de la acreditación institucional de centros universitarios (publicado en 2023, todavía en fase piloto), los centros que ya cuentan con la acreditación institucional inicial deben realizar un seguimiento obligatorio y renovar la acreditación a través de un proceso de evaluación que conlleva la visita de un comité de evaluación externo, además de la decisión posterior de la Comisión Específica de Evaluación Institucional (CEAI, por su sigla en catalán). A lo largo de este periodo de seis años que dura la vigencia de la acreditación institucional, AQU Catalunya y las universidades catalanas planifican los procesos de evaluación de modo que durante el tercer año se produce una evaluación del seguimiento, y durante el quinto tiene lugar la visita de renovación, con el objetivo de asegurar que el conjunto de las titulaciones del centro quedan automáticamente acreditadas antes de la fecha máxima de los seis años.
Con la experiencia de un primer año en el que AQU Catalunya ha evaluado el seguimiento de diez centros y una renovación de acreditación institucional, la CEAI ha sacado unas primeras conclusiones, que se expusieron en el seminario Seguimiento y renovación de la acreditación institucional: primera experiencia.
Una primera conclusión tiene que ver con la importancia que adquieren en la evaluación las políticas y la estrategia de los centros universitarios. Es un aspecto que, por su novedad —ya que hasta ahora no había sido protagonista en los procesos de evaluación precedentes—, supone ciertas dificultades al ser evaluado, tanto interna como externamente. En concreto, el estándar de la metodología de acreditación institucional relacionada con esta vertiente estratégica (dimensión 1) pide a los centros que cuenten con «una estrategia y unas políticas adoptadas formalmente, con la participación de los grupos de interés, para reforzar y desarrollar la calidad y la relevancia de los programas formativos de manera continuada». Este enunciado se desglosa en estándares específicos que hacen referencia a aspectos como el marco de relación del centro con la universidad, la gobernanza del centro, la oferta formativa y políticas concretas, como las de recursos humanos, de internacionalización, de formación no presencial o de desarrollo sostenible. Tenemos un reto por delante: consolidar la evaluación de dichos estándares como punto central del aseguramiento de la calidad de los centros.
Se considera determinante que los equipos responsables de los centros mantengan la apuesta por fortalecer los procesos de mejora de los que se han dotado, y por extender la cultura de la calidad entre toda la comunidad del centro
Una segunda conclusión hace referencia a la necesidad de que la evaluación evolucione desde una perspectiva en la que el objeto de análisis eran las titulaciones oficiales hacia una perspectiva que ponga el funcionamiento del centro universitario en el centro —valga la redundancia— del análisis y la reflexión para la mejora. Actualmente, los centros del sistema universitario catalán han demostrado ser eficientes al identificar información e indicadores para mejorar los grados, másteres y programas de doctorado. Sin embargo, es necesario que este análisis supere la mera agregación de datos de las titulaciones y se plantee como una mirada holística de la oferta formativa del centro, en la que se introduzcan elementos de la gestión del riesgo.
La tercera conclusión está relacionada con la necesidad de que los centros universitarios sigan profundizando en la implantación de los sistemas internos de garantía de la calidad (SIGC), y, al mismo tiempo, que el SIGC evolucione para permitir gestionar de forma eficiente las exigencias derivadas del paso a la acreditación institucional. Si bien los centros que han dado este paso recibieron un certificado sobre la implantación del SIGC, desde AQU Catalunya no se ha planteado un seguimiento específico o una renovación de esta certificación, sino que queda subsumida en el marco del seguimiento y la renovación de la acreditación institucional. Por lo tanto, se considera determinante que los equipos responsables de los centros mantengan la apuesta para fortalecer los procesos de mejora de los que se han dotado, y para extender la cultura de la calidad entre toda la comunidad del centro.
Como síntesis, se puede afirmar que en los últimos años el SUC ha dado pasos firmes hacia un nuevo paradigma caracterizado por el fortalecimiento de la autonomía de las instituciones universitarias, hacia el reconocimiento y la promoción de la responsabilidad institucional en el aseguramiento de la calidad de su oferta formativa, y en la confianza en la eficacia de los procesos implantados para asegurar su mejora. Sin embargo, este camino no está exento de retos, a pesar de los buenos resultados de los primeros procesos de seguimiento y acreditación institucional.