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Noviembre 2011

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OPINIÓN

Ha llegado el momento del doctorado

Gemma Rauret Dalmau - Catedrática de Química Analítica de la UB y ex directora de AQU Catalunya

Las nuevas demandas a la universidad para que participe activamente en la transformación de la economía europea en una economía basada en el conocimiento, han conducido a las universidades a entender que ha llegado el momento de promover el doctorado, unos estudios que sirven de bisagra entre el Espacio europeo de investigación y el Espacio europeo de educación superior. Para formar a buenos doctores, hay que enfocar el doctorado en una doble vertiente: como formación en la investigación, entendida como una actividad profesional, y como desarrollo personal. Asegurar el cumplimiento de ambos objetivos de formación es fundamental pero no es fácil. Hasta ahora hemos invertido mucho esfuerzo en la formación en investigación y se han dado herramientas adecuadas para la formación personal, pero no se han establecido mecanismos para detectar si algunos doctores no las alcanzaban o para tomar las oportunas medidas correctoras.

En Europa, y últimamente en España, los gobiernos han adaptado sus marcos normativos y han desarrollado políticas específicas para promover los estudios de doctorado con este enfoque. Las universidades han desarrollado o están desarrollando una nueva organización interna orientada a la gestión de programas de doctorado, las escuelas de doctorado, y han establecido acuerdos entre universidades que tienen que permitir la mejora de entornos de investigación y programas de doctorado. Las nuevas escuelas de doctorado deben promover un entorno estimulante para una investigación innovadora y de calidad, facilitar el logro de una masa crítica necesaria de estudiantes y profesorado, y dar visibilidad a los estudios de doctorado, un aspecto imprescindible para captar buenos estudiantes.

Ahora toca diseñar y poner en marcha programas distintos que faciliten que nuestros doctorandos consigan una formación que les haga capaces de promover avances tecnológicos, sociales o culturales. Debemos insertar estos programas en ambientes de investigación enriquecedores, tales como las escuelas doctorales. Debemos hacer un seguimiento para estar seguros de que todos los doctorandos están consiguiendo los objetivos de formación que nos habíamos propuesto y debemos hacer los cambios necesarios si observamos que algún colectivo no los logra o no se alcanza alguna de las competencias que se habían planificado. Y debemos ser ambiciosos e ir subiendo el listón a medida que llegamos al nivel que esperábamos. Hacer todo esto es asegurar la calidad de la formación del doctorado.

El marco legal español para la garantía de calidad es exigente y se basa más en el control que en la confianza en las universidades; por eso se ha optado por una acreditación previa, un seguimiento y una reacreditación. El marco legal también exige contar con un sistema interno de garantía de calidad para fomentar la mejora continua, y esto es muy positivo. En Cataluña esta aproximación ya tiene un amplio seguimiento y todas las universidades catalanas, a excepción de una privada, tienen certificado un sistema de aseguramiento de la calidad interna de la formación.

El proceso de acreditación previa, que debe realizarse sobre un proyecto, condujo, en un principio, a que un significativo porcentaje de miembros de la comunidad universitaria confundiera burocracia con acreditación. Espero que esto no pase con el doctorado. Los equipos que jugarán la liga del doctorado ya están acostumbrados a la evaluación de proyectos y, probablemente, no se extrañarán de tener que diseñar con esmero y someter a evaluación el diseño de algo tan fundamental como la formación de los doctorandos como investigadores y como personas. Actualmente, toda Europa está inmersa en el movimiento de la formación de doctores en lo que se refiere a aquello que denominamos competencias transversales. Algunas asociaciones de universidades, como la Liga de Universidades de Investigación Europeas (LERU), están organizando escuelas de verano en esa línea, y los estudiantes que asisten a las mismas las valoran muy positivamente.

AQU Catalunya, que siempre ha trabajado con las universidades y ha apostado por sistemas de evaluación externa que tengan en cuenta el trabajo interno de las universidades en garantía de la calidad, tiene ante sí otro reto: evaluar la formación doctoral. La posible nueva organización en forma de escuelas de doctorado, centros para impartir doctorados pero con unas reglas muy distintas a las que tienen los centros para grados y másteres, puede facilitar la planificación por parte de las universidades, así como la evaluación por parte de la agencia catalana.

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