El aseguramiento de la calidad universitaria es, a pesar de todo, una actividad imprescindible de cara a la mejora del sistema universitario en sus múltiples dimensiones. Es un camino lento, pero irreversible, de sistematización y de hacer bien los procesos. Hay muchos impedimentos por el camino, de todo tipo. Pero la comparación entre la situación en la que estábamos hace veinticinco años y en la que estamos ahora evidencia un progreso muy notable. Comentaré un par de cuestiones a modo de ejemplo: la difusión de la importancia de este tema en el profesorado y las acreditaciones institucionales.
Hoy en día, la introducción del vocabulario del aseguramiento de la calidad es un hecho. Las verificaciones quizá pasan bastante desapercibidas para la mayoría del profesorado; pero no es el caso de las acreditaciones de titulaciones, que llevan a numerosos profesores a participar en los diferentes grupos que son entrevistados por los comités de las visitas externas. Este hecho, que se ha ido repitiendo a lo largo de los años, ha contribuido a hacer visible la importancia del aseguramiento de la calidad universitaria entre el profesorado. Ha forzado a la reflexión sobre la importancia de la cuestión. Lo mismo ha ocurrido en cuanto a los consejos de estudios o a las comisiones coordinadoras de másteres. Queda mucho camino, cierto, pero no olvidemos que hace veinte años el tema era muy desconocido. Ahora, su grado de asunción es muy notable.
La cultura de la calidad ha ido dejando poso. Hay fundamentos para ser optimista.
Una reflexión similar pasa en cuanto a los centros con las acreditaciones institucionales. Una acreditación que solo es alcanzable desde la convicción en el tema y el trabajo constante y bien realizado por parte de los centros. El número de centros acreditados institucionalmente durante 2023 en el sistema universitario de Cataluña llegará a 57 y las planificaciones apuntan a una tendencia creciente, a pesar del obstáculo parcial que supuso el Real Decreto 822/2021. Los indicadores, de todo tipo, nos permiten mirar hacia delante positivamente.
He dicho al principio que el camino es lento pero irreversible. Los editoriales a los que me refería mencionaban elementos del Real Decreto 822 y de la LOSU que no contribuyen lo suficiente a avanzar como quisiéramos, ciertamente. Habría sido importante que estas leyes evidenciaran de forma más clara la confianza en las agencias y su independencia, por ejemplo. O poner en la LOSU que las unidades técnicas de calidad (UTC) son unidades básicas, tal y como se reconoce en el caso de las unidades de igualdad o de la inspección de servicios. Las UTC han hecho un trabajo primordial en este camino de mejora de los últimos veinte años y no se merecían ese olvido.
Las agencias de las comunidades autónomas habríamos querido otro tipo de tratamiento en la LOSU. Pero venimos de donde venimos. No olvidemos que la ley de universidades anterior, la LOU, hablaba de la evaluación de calidad de los «órganos de evaluación de las Comunidades Autónomas». La LOSU nos identifica como «agencias de evaluación de las Comunidades Autónomas inscritas en el Registro Europeo de Agencias de Calidad (EQAR)». El camino europeo ha sido decisivo para progresar.
He tomado prestado el título de este artículo de las Memorias de Jordi Solé Tura. Las evidencias lo avalan. Hay que ver el futuro del aseguramiento de la calidad universitaria de manera optimista. La historia continúa.